MARÍA LA MUJER DE LA FE (Patrisius Frans Bora)




María es la primera mujer de fe, una mujer que supo dar una respuesta verdadera y total a Dios. La respuesta de María implica la totalidad de su vida sencillez, su humildad y de su disponibilidad para que se realiza el plan de la salvación de Dios. El “SÍ” de María al anuncio del Ángel, implica la primera: la valentía de enfrentar la consecuencia que se dan especialmente en la tradición, y la segunda es: la responsabilidad para llevar acabo la tarea que Dios le pidió de ser la Madre del Hijo del Altísimo. María es la mujer que supo dar respuesta a Dios con la confianza plena, que supo mantener la fidelidad a Dios. Es la mujer orante, es la mujer que sabe Escuchar la Palabra de Vida, que deja fecunda esta palabra en su seno y que presenta y ofrece esta misma palabra a Dios y a la humanidad. Por lo tanto es la nueva mujer, nueva Eva, mujer que destruye la desobediencia de Eva, es la mujer que niega a satanás, y es la figura de la fe del Nuevo Testamento.

LA FE DE MARÍA EN LA SAGRADA ESCRITURA

La fe de María en la Anunciación Lc 1,26-38

Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús y abrazando la voluntad salvífica de Dios, con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo bajo El y con El, por la gracia de Dios omnipotente, al misterio de la Redención.[1]
María por la gracia de Dios (por eso está llena de Gracia), aceptó la Palabra Divina con todo su corazón y deja que esta Palabra fecunda en ella. La respuesta de María “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), en la Anunciación,   muestra la disponibilidad perfecta de María ante la palabra. La Palabra “ESCLAVA” es la humildad y sencillez  de la Virgen. Igualmente es un Instrumento del Señor; está dispuesta a hacer la voluntad de Dios. Es la actitud de confianza de María, es un abandono total en el plan de Dios, porque sabía que Dios nunca lo abandono.


La fe de María en la presentación de Jesús Lc 2, 22-35


En esta presentación del niño Jesús, María ofrece a Dios el fruto de su fe, esa Palabra que es la luz de las naciones que había escuchado, meditado, orado, la presenta a Dios como máximo ofrenda y muestra de su fidelidad a la invitación de Dios a participar en la obra de la salvación.
En la Lc 2, 34-35 “Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción. ¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. Aquí se anuncia la prueba que va a enfrentar a María; una prueba de fe más grande. Es muy interesante la actitud conservadora de María, medita la palabra en su corazón, sabiendo lo que va a enfrentar, pero confiando a la palabra de Dios, sigue fiel llevando la luz que es Cristo en medio de las tinieblas, para que esta luz reina sobre las tinieblas.

La fe de María en la boda de Caná Juan 2,1-12

En el Evangelio de San Juan, presenta a María como la primera mujer creyente. En Jn 2,3-5 se presenta el diálogo entre María y Jesús. Es un diálogo basado en la fe. Es la firmeza de la fe de María. Ella es la primera mujer que cree al señor, por eso mandó a los sirvientes para que hagan lo que Él les diga. María sabe que Jesús puede hacerlo, por eso recurre hacía Él.
No es una coincidencia, sino por un acto de  fe. Por eso ella es el modelo de la fe de los primero que creen al Señor. María nos presenta a Jesús como Hijo de Dios vivo y verdadero, nos enseña poner la confianza en Él.


La fe de María ante la muerte Jesús en la cruz. Jn 19,25-30

Es la prueba más grande para la fe de la virgen María, es una prueba dolorísima, viendo un Hijo colgado en la cruz, un Hijo débil, vergonzoso y morir. Es una durísima prueba para María. Sigue meditando los acontecimientos por acontecimientos que han pasado, todo lo guardó en su corazón. Nunca quejaba, nunca pregunta de por qué paso todo eso. Sólo mirando al Hijo con lágrimas y con el alma partida.
En este momento, la fe de María esta sacudida por la muerte, pero sigue fiel, sigue confiando a la voluntad y plan de Dios. Es la resistencia de fe de María, es la consecuencia de llevar la luz en las tinieblas. Y por la fe también, recibe a Juan como hijo, y por la fe recibe a la iglesia como hijo suyo.  Por la fe, María sigue confiando a Dios, confiando su palabra, confiando que Cristo reinará para siempre. Es una mujer oferente que por la fe, ofrece a Dios el cuerpo colgado en la cruz, y a la humanidad el rey que ha vencido la muerte. Y el último, por la fe, María perdona a los hombres que han condenado muerte al hijo de Dios y los reciba como hijos por amor.

MARÍA MODELO DE LA FE DE LA IGLESIA

Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia”[2].
María es la madre espiritual de la humanidad. Es la Madre de La Iglesia, es el modelo de la fe de la Iglesia. Ella es la primera creyente, que nos enseña cómo aceptar la palabra de Dios.  Ella es modelo de fe a seguir. Ella es una mujer orante, mujer que sepa escuchar, obediente y sobre todo su confianza plena a Dios. María es la Madre de Cristo, es una mujer, que con la fe, deja fecunda la Palabra hecha Carne en su seno. Ella es una mujer oferente; que ofrece el hijo al Padre y a la humanidad.
Por eso como iglesia, estamos invitados a imitar a María como modelo de Fe, como modelo de esperanza, y modelo de caridad. La iglesia debe dar testimonio como María a presentar Cristo a la humanidad. Por su silencio evangeliza a la iglesia a tener esperanza, fe y caridad, por eso estamos invitados a que nunca perdemos la esperanza, la fe y la caridad, ante la prueba, sino mantengamos firmes en la fe, porque Dios ha planeado algo grande en nuestra vida.








[1] LG (Concilio Vat. II), cap. VIII, n 56.
[2] LG, (CONCILIO VAT II), Cap. VIII, n 61.

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